d.f.

Entre tus calles perdido.
De mí, en ti.
Buscándome.

Tu corazón de hierro
bajo un mundo de cemento.
Palpita, se mueve,
me canta mi miedo
de volver a perderme.

No me encuentro.

Me ahogo en tu abrazo.
Grito en ese aire
que son tus ojos glaucomados.

No me oyes.

De noche te preño,
y te pliegas en ti misma.
¿de día?
Me raspas. Me devoras. Me vacías.
¡Te hinchas de día!

Y no me encuentro
porque en ti me pierdo.
En tus ríos de asfalto.
En la mugre de tus carnes.
En tu cielo.

Entonces me alejo
expulsado de tu piel de colores,
de tu historia, de tus miedos.
Y sin saberlo muero.


Cuando estoy lejos
extraño tus tiempos de anciano,
moribundo.
Caminante de pies cansados,
de cenizas y humo.

Y, aún, lejos.
¡Que no daría yo por inspirarte de nuevo!
¡Expulsarte fuera de mí y
abrasarme con rabia el pecho!

¡No haches más mis sueños
porque me enciego!
Es de noche cuando te veo,
cuando sangro fuego.

La piel se me enrojece
cuando no me viste tu cielo.
Es de pena, mi niña,
rezumo veneno.

No tenerte a mi lado,
no caminar por tus calles,
no haberte olvidado,
Mi corazón no llora…
¡está agonizando!

Necesito sacar el miedo
de mi pecho
y que tus brazos, duros e insomnes,
de grises coloreados,
me envuelvan de nuevo.

¡Necesito asfixiarme
con tus aires emplomados,
tus océanos de gentes,
con tu risa, tus cantos,
tu rabia, tu llanto!

¡Necesito que me mires,
perderme en tus ojos!
Como lo hacía antes de irme,
cuando todavía no estaba loco.
Y yo entre tus calles perdido.
De mí y del aire.
Sin posibilidad de respiro.
Busqué, sigo buscándote.
Sin encontrarte.

Comentarios

Entradas populares