el viejo

   Hubo una vez un hombre joven y optimista, como casi todos los jóvenes, que pensó en cambiar el mundo. Apoyado en sus sueños, un día cualquiera, se levantó, tomo una valija y se fue. ¿A dónde? Lejos, muy lejos, llevándose un poco de plata, dos mudas, un libro y el peso de su tierra en el bolsillo izquierdo. Recorrió tierras extrañas, ciudades olvidadas, mares inmensos de nubes blancas. Rió y lloró. Y con las lágrimas y las risas aprendió cosas. 
   Y los años fueron pasando, cambiaron el mundo, le cambiaron a él y se hizo viejo. 
   Él seguía soñando el nuevo mundo. 
   Un día se sentó en una roca frente al mar y se recordó chiquito y el mar se le acercó a acariciarle las llagas de los pies y le dijo: “Tienes suerte de soñar. ¡Tienes mucha suerte! Morirás... soñando. ¡Morirás soñando sueños hermosos! ¡Morirás venciendo a la vida, riendo con los pájaros, soñando despierto!”

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