plomo

   Salió a caminar una mañana, fría y gris, como una de esas mañanas de novela que siempre te ponen en triste ambiente. Caminó sin rumbo, necesitando escaparse, huir de la ciudad para respirar otro aire y posar sus ojos en otro cielo y, por encima de todo, en otra gente. Terminó la mañana, apareció la tarde y, amarrada en gélido abrazo, la noche. Siguió caminando y no paró sino una sola vez, para darle pequeños sorbos al agua de una fuente. Entrada la noche, se hizo un hueco en el heno, en un campo y durmió. Soñó estrellas, lejanas, frías como la mañana. 
   Y no despertó más, helada como estaba.

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